Este gesto cotidiano tiene sus secretos y hay que seguir una serie de pautas si no queremos encontrarnos con patologías dentales de diversa índole, desde caries a sarro o infecciones, por no hablar de los evidentes problemas estéticos derivados de un cepillado incorrecto.
Como mínimo debemos lavarnos los dientes dos veces al día y como máximo cada vez que terminemos de comer. Siendo lo ideal tres veces al día y el cepillado más importante el de antes de irnos a la cama.
Lo ideal es usar cerdas suaves o medias, nunca filamentos duros porque nadie controla bien la fuerza que ejerce al lavarse los dientes y puede ser contraproducente, por ejemplo, para la encía.
Lo idóneo es emplear un cepillo eléctrico y con cabezal redondo rotatorio porque no solo es el tiempo sino también el cómo lo hacemos, y con este utensilio se facilita el llegar bien a todas las partes de la boca.