De hecho, en las consultas odontológicas cada vez es más frecuente encontrar pacientes jóvenes que rechinan los dientes, encías que se inflaman sin motivo aparente o dolores musculares que no responden a tratamientos convencionales. En muchos de estos casos, el origen no está en una infección ni en una mala higiene, sino en este enemigo invisible y cotidiano que es el estrés.
Así lo confirma la doctora Almudena Herraiz, odontóloga y especialista Ortodoncia en la Clínica Herraiz Ortodoncia, quien advierte que “el estrés puede afectar de múltiples maneras a la boca, y no solo a través del bruxismo- hábito inconsciente de apretar o rechinar los dientes, tanto de día como de noche- que es lo más conocido”. Según la especialista, esta tensión sostenida “puede alterar la inmunidad local, provocar aftas, retrasar la cicatrización y generar incluso dolor o sensibilidad sin causa aparente”.
“Cuando una persona vive en un estado de tensión constante, el cuerpo produce más cortisol, una hormona que, en exceso, debilita el sistema inmunitario y altera la flora bucal. Esto puede traducirse en aftas recurrentes, encías inflamadas, sangrado, retraso en la cicatrización tras extracciones o implantes, e incluso neuralgias o dolores sin causa aparente”, detalla la especialista.
El bruxismo se ha convertido en una epidemia silenciosa. Provoca dolor mandibular, rigidez cervical, bloqueos articulares, chasquidos al abrir la boca y fracturas en empastes, coronas o carillas. Según Herraiz, cada vez más pacientes jóvenes, especialmente millennials y profesionales de entre 25 y 40 años, presentan signos de desgaste dental o sensibilidad extrema:
“Son perfiles que viven conectados, con ritmos acelerados y poco descanso. Muchos no son conscientes de que aprietan los dientes hasta que notan dolor o que los dientes parecen más pequeños. En ocasiones, el primer aviso es estético, pero detrás suele haber un proceso inflamatorio o muscular importante”.
Los odontólogos recomiendan acudir a revisión ante cualquier sensación de presión en los molares o premolares, rigidez al despertar o dolor difuso en mandíbula, cuello o sienes. “Esas molestias no siempre tienen que ver con una caries o una muela del juicio: muchas veces son contracturas derivadas del estrés”, puntualiza Herraiz. Detectarlas a tiempo puede evitar fisuras o fracturas mayores, contracturas musculares crónicas o incluso problemas en la articulación temporomandibular (ATM).
Desde el punto de vista preventivo, el enfoque no pasa solo por reducir el estrés, sino también por corregir hábitos cotidianos que aumentan la tensión mandibular. La doctora Herraiz recomienda:
“La boca es un espejo de lo que ocurre en el cuerpo”, resume la doctora. “Así como el estrés puede manifestarse con caída del cabello o tensión muscular, también puede hacerlo con lesiones en la mucosa, bruxismo o sensibilidad dental. Aprender a escucharlas es clave para cuidar nuestra salud global”, concluye.