Esta realidad no solo se refleja en cifras. Se manifiesta también en las consultas. La doctora Sofía Rodríguez Moroder, odontóloga experta en disfunción craneomandibular, dolor orofacial y medicina dental del sueño, responsable de la clínica CráneoSalud de Valencia, asegura que cada vez más adolescentes acuden con signos evidentes de una mala calidad del sueño: bruxismo, fatiga persistente, cefaleas y tensión mandibular.
A esta tendencia se suma otro dato preocupante: el 63,1% de los adolescentes entre 13 y 18 años reconoce tener problemas con el sueño. Además, entre quienes ya han sido informados de esos problemas, el 40,9% afirma que no ha logrado resolverlos, lo que revela una cronificación cada vez más frecuente.
Los horarios también juegan un papel clave. Solo el 10% de los adolescentes se acuesta antes de las 22:30. El 27% lo hace entre las 22:30 y las 23:00, el 43% entre las 23:00 y las 23:30, y el 20% a partir de las 00:00 o más tarde. Al día siguiente, el 42% se levanta entre las 6:30 y las 7:00, otro 43% entre las 7:00 y las 7:30, y solo un 5% más allá de esa hora. Esta rutina implica una reducción crónica del descanso nocturno.
Según los datos recogidos, los horarios actuales no se ajustan a las necesidades reales de descanso de los adolescentes. La mayoría se acuesta tarde y debe levantarse temprano, lo que provoca un déficit crónico de sueño. Esta situación afecta directamente a su estado físico y emocional, y se traduce en fatiga, dificultad de concentración e irritabilidad. En este contexto, el doctor Gonzalo Pin Arboledas, coordinador del Comité de Sueño y Cronobiología de la Asociación Española de Pediatría e inmerso en investigaciones actuales sobre descanso juvenil, ha advertido que la falta de sueño afecta directamente al rendimiento académico, la autoestima y la salud mental de los adolescentes, aumentando el riesgo de ansiedad, depresión y trastornos emocionales. Según los estudios coordinados por él, hasta un 30% de los adolescentes podría presentar algún tipo de trastorno relacionado con el sueño.
En consulta, la doctora Rodríguez Moroder detecta cómo esta privación de descanso se manifiesta también a nivel físico. Problemas como el bruxismo, la tensión mandibular o las cefaleas tensionales son cada vez más frecuentes en adolescentes, en muchos casos sin un diagnóstico específico previo. Según explica, "cuando el cuerpo no descansa, la musculatura se mantiene en alerta. La boca lo refleja con síntomas que a menudo se confunden con trastornos odontológicos aislados".
Ambos expertos subrayan la importancia de reconocer los signos de alteración del sueño desde edades tempranas y coinciden en que un abordaje clínico y educativo coordinado podría contribuir a prevenir la cronificación de estos trastornos. El seguimiento de casos desde el entorno familiar, sanitario y escolar es clave para mitigar sus efectos a largo plazo.